domingo, 29 de noviembre de 2009

Fuera de lugar: el sujeto en la sociedad global

FUERA DE LUGAR:

el sujeto en la sociedad global

CARMEN GALLANO. Publicado en Colegio de Psicoanálisis http://www.colpsicoanalisis-madrid.com/textos.php


"And to them will I give in my house and within my walls a memorial and a name (a "yad vashem")... that shall not be cut off." Isaiah, chapter 56, verse 5)[1]

“Sixty million and more. I Will call them my people, Which were not my people; And her beloved, Which was not beloved. Romans 9:25[2]

“Remember only that I was innocent
and, just like you, mortal on that day,
I, too, had had a face marked by rage, by pity and joy,
quite simply, a human face!”

Benjamin Fondane, Exodus
Murdered at Auschwitz, 1944
[3]

En su sed de abaratar costes de mano de obra y acrecentar beneficios, las empresas se “deslocalizan”. Offshoring: tal es el término que viene a sumarse a la serie creciente de significantes-simulacro (“optimización”,”flexibilización laboral “etc.) con los que se disimula lo que realiza el capitalismo del siglo XXI. Pues lo que las empresas dejan off es cualquier otra ley que no sea la del mercado. La producción ha dejado de localizarse en el orden jurídico y social generado en el asentamiento de las sociedades democráticas occidentales tras la Segunda Guerra Mundial.

Deslocalización: todo rincón del planeta que pueda escapar a las leyes que limitan la explotación de los seres humanos o de los recursos de la naturaleza, es el nuevo eldorado a colonizar por el poder económico y sin gasto de colonización política. Tres rehenes visibles hoy, en la lógica de la producción globalizante: los seres humanos, reducidos a material que trabaja, la naturaleza donde no esté aún esquilmada, y la ciencia que saca provecho de ambos.

Los modos productivos de hoy no generan desarrollo alguno para los países pobres- nadie puede llamarse a engaño- , pues se trata sólo de producir más plusvalía para enriquecer calculadas finanzas: los dólares extraídos del mercado de clientes occidentales no se quedan en los lugares en los que se produce, han de volver íntegros a quienes controlan la producción. Las empresas que publicitan los éxitos de su “deslocalización” no tienen pudor en confesarlo. Un buen ejemplo de este offshoring es el de la empresa de software “Sea Code” [4] , “la patera informática” que ofrece a sus empleados, 600 informáticos de la India, un job en crucero de lujo, estilo Love Boat [5], en el que cobran más que en la India, pero mucho menos que los informáticos de los USA. Y que ofrece a sus clientes norteamericanos precios inferiores a los de otras empresas, por reducir costes en esta “nave a la deriva”, que sortea la legislación laboral de los países y engorrosos papeleos de inscripción legal de trabajadores inmigrantes.

Otra cara de este nuevo “business model”, es la de esas otras pateras y cayucos, esos Misery Boats , en las que se hacinan los nuevos esclavos contemporáneos. Ya no hace falta capturarlos en las tribus de Africa, ni encadenarlos y azotarlos, tampoco dotarles de un uniforme para transportarlos en las bodegas de los barcos a las plantaciones americanas del Nuevo Mundo. Las pantallas que exhiben las “riquezas” de la sociedad del simulacro llegan a los más remotos confines, es un éxito comercial de la sociedad global. Y suscitan que sean los mismos esclavos los que se sientan impelidos a pagarse ellos el “trayecto” hacia la sociedad del “bienestar”, para intentar escapar a su destino de ser los segregados del mercado mundial. Trayecto, que como leemos en la prensa cada día, solo les conduce trágicamente a ninguna parte, y a ser carne de expulsión. En ese trasiego, - improductivo para los países de origen, ruinosos para los países que no saben como detenerlo, devastador para los humanos arrastrados en él- , se enriquecen otras redes de poder, las mafias . Son las que sacan partido de las travesías imposibles desde los espacios sin fin de la hambruna, bien reales, hacia los espacios virtuales donde se localizaría la sociedad del bienestar. El tráfico de personas – hay informes internacionales el respecto - mueve hoy millones de dólares.

Estos nuevos esclavos son los que más realizan en su carne el estatuto del sujeto del discurso capitalista, el individuo como “sujeto de libre empresa”, selfmade man, dejado a su suerte, a la libertad de “hacerse a si mismo”, pero a sus solas expensas, capturado en las redes de un sistema que de la pérdida humana hace su provecho y que navega sin brújula hacia ninguna parte . Los otros, los insertados como trabajadores en las sociedades occidentales, saben que no tienen más libertad que la de aceptar condiciones laborales cada vez más precarias y menos reguladas, ni encuentran más norte que el de mantener un mínimo poder adquisitivo de bienes de consumo.

Al que está expoliado de todo, - es lo que ya vió Marx- , solo le queda su cuerpo. Pero ya no está asegurado que como en el capitalismo de tiempos de Marx pueda vender su cuerpo como fuerza de trabajo. Sobran cuerpos al mercado mundial, pues las arcas capitalistas no están destinadas a nutrir cuerpos. Solo los cuerpos que consumen objetos del mercado, y que se insertan en individuos–clientes, interesan para relanzar la producción. Para el Amo antiguo, encarnado en personas y bien localizado en la historia del colonialismo, la piel de un negro muerto no valía nada. Para el Amo deslocalizado , invisible e inatacable de las incontroladas redes de poder del tardocapitalismo, hasta la piel de un blanco vivo vale poco si no consume productos cosméticos…Pero están también esos otros cuerpos que no rentan como consumidores, pero que sirven para ser consumidos como objetos de goce. Según la ONU, cuatro millones de mujeres y dos de menores son traficados o explotados en negocios sexuales de todo el mundo. Es el tercer negocio más boyante tras el de las armas y la droga[6].

No es difícil reconocer en estos negocios, imparables, por mucha declaración de derechos humanos que los gobiernos sigan proclamando, las dos vertientes de la pulsión que Freud señaló como irreducibles a la cultura: la pulsión de muerte- en guerras y en atrocidades contra el medio ambiente cometidas por los humanos en su ansia de poder - y ese residuo ineliminable de la pulsión sexual que sale a la luz en esos goces disidentes de los derechos humanos y de la salud de los individuos. Rentan esos goces en los que el sexo se reduce a violencia sobre mujeres y niños que en sus cuerpos encarnan un objeto de consumo sexual. Renta el consumo de drogas, como renta el tráfico de armas. Las redes de Internet son vehículos difíciles de controlar que contribuyen a la comodidad de esos comercios a-legales del goce y la muerte.

En el capitalismo, la condición del del sujeto, está reducido a la de “productor”- en los inestables mercados laborales- y al de “consumidor de objetos –consumido como objeto ” en los multiformes mercados de los goces. Incluso a los antes llamados “usuarios”, cuando aún los gobiernos aseguraban los servicios públicos, hoy los administradores de la política neoliberal los llaman “clientes”, de servicios que son cada día más “subcontratas” (el sub designa bien a qué se reducen hoy las lógicas contractuales, en esos trades) . Bien señala John Berger que “los clientes se definen por el sitio en el que compran y pagan, no por dónde viven y mueren”, y que “las marcas y los logotipos son los toponímicos de Ninguna Parte” [7].

¿Cómo se ha generado ese deslocalizado estatuto de la subjetividad contemporánea?. Para entenderlo, conviene examinar cómo se han trastocado el espacio y el tiempo que determinan a los sujetos de hoy. A este respecto, Miguel Castells define que el espacio actual está hecho de la yuxtaposición de conexiones globales con desconexiones locales. Propone el término de espacio de los flujos para definir el sistema tecnológico que permite, sin instituciones políticas globales de control, el funcionamiento del poder capitalista y el disfrute de los resultados de ese poder. Pero es un espacio que no está en ninguna parte localizable. “En cambio, para la mayoría de la gente su vida sigue siendo local más que global , y su experiencia se construye a partir de su localidad” [8] . Es en lo local de su vida que los sujetos experimentan la desconexión con los otros y el extravío de su identidad en la ruptura de lo vínculos sociales. Pero hay un factor añadido: la consecuencia de la traslocación del espacio sobre el tiempo. Pues ya no rige el pautado tiempo cronológico que instaló la Revolución industrial[9], sino un tiempo atemporal por eliminación de la secuencia . La secuencia desaparece por la aceleración de los procesos, y por la compresión del tiempo al no haber diferenciación de momentos, ni intervalos. Lo cual conviene a la circulación del capital. “Pero también la secuencia puede desaparecer por hacerse impredecible y aleatoria…la vida más o meno predecible se diluye en una vida de situaciones particulares sin secuencia temporal”.[10]

Las actuales deslocalizaciones del espacio y la contracción del tiempo a inmediatez de instantes sin intervalos, revelan lo astucioso del discurso capitalista en extender la circulación del capital y comprimir el tiempo financiero. Son propicias al crecimiento de las plusvalías. Pero mal pueden entenderse sin la transformación que la Ciencia ha operado en el espacio y por ende en el tiempo. Lacan ya señaló en 1960 que “el silencio de los espacios infinitos que aterraba a un Pascal, ha palidecido detrás de las letras de las ecuaciones de la física y las matemáticas, más seguras para soportar la ecuación del universo…con lo cual el silencio de esos espacios no tiene ya nada de aterrador”. Espacios, además, poco vacíos al estar habitados por consumidores de objetos de la industria: “hemos empezado a vaciar en ellos nuestra basura , entiéndase a convertirlos en esa fosa de desechos que es el estigma de la hominización en el planeta “[11]. Fosa de desechos que han agostado nuestros ríos y mares, pero que alimenta nuevas rentabilidades en el reciclaje de restos de la basura humana.

Lacan definió el espacio fabricado “con las minúsculas letras de la Ciencia”, que no está en ningún sitio, - y es en el que prosperan las invisibles redes del capitalismo - como los surcos de la aletosfera . Son el efecto de la verdad formalizada en el saber de la Ciencia, que gana terreno a lo real y que produce esos nuevos objetos, los gadgets a los que se enchufarán los cuerpos de los humanos [12]. Además, nuestra época, no sólo experimenta la incidencia del progreso de la Ciencia en las aplicaciones tecnológicas que hacen crecer la producción capitalista, y el mercado de los gadgets sino que también se resiente del desbaratamiento de todas las estructuras sociales que la conexión Ciencia-Capitalismo no cesa de producir. Baste con señalar que la reproducción ya no necesita pasar por la copulación sexual hombre-mujer, y como crece el mercado de hijos no biológicos, por las demandas de adopción que aumentan, a pesar de lo caro del precio, incluso en quienes no configuran familias conyugales. Cosa que nadie puede deplorar en un mundo en que crecen también en esas fosas de desechos de humano, tantos pequeños seres, reducidos a objetos sobrantes del goce del Otro. Sobrantes, pues abandonados en esos espacios de segregación, al no haber nacido alojados en lo Simbólico del nombre de un deseo que les pueda dar un destino, un alojamiento inscrito en el deseo de otro no anónimo.

Lacan diagnóstico, justo después del mayo del 68, el fracaso de “las utopías comunitarias”, forjadas por las ideologías revolucionarias marxistas, con las que los hijos de la burguesía del siglo XX trataban de liberarse de la “alienación” a las estructuras sociales, aquellas en las que la familia se hacía portadora de la sumisión del Eros de la vida privada a la Ananké de la vida pública y se sacrificaba a la cohesión de los vínculos sociales tradicionales.

Sin afligirse por ello, se dedicó a extraer de Marx su lectura de los síntomas sociales del capitalismo que tomaba forma después de la Segunda Guerra Mundial, y a no ignorar los modos de abolición de lo humano de los sujetos , a gran escala , logrados por la maquinación nazi. Pero ya antes, desde que era un psiquiatra treintañero, prestó atención a los descubrimientos freudianos, a cómo Freud cifraba la gran neurosis contemporánea, de inicios del siglo XX, nacido de la Revolución Industrial, en las condiciones de la familia, ya no acordes a la familia patriarcal. Vió como el modesto diván vienés de Freud , se había tornado observatorio de la condición del hombre moderno : un sujeto en conflicto interno entre sus pulsiones y el orden social portado por la familia, que imponía una renuncia al goce, como condición del vínculo social . Freud descubrió que ese dividido sujeto habitaba otro lugar, deslocalizado, excéntrico a la representación del Yo, un Yo que tomaba su identidad social en la alienación a los significantes Amos organizadores de la vida social.

Ahora bien, el deseo de saber de Freud había tenido una musa: esas primeras histéricas de Freud que en sus síntomas corporales desenmascaraban la verdad del Padre-Amo de su época. Fueron las histéricas, portadoras del deseo del padre en su amor por su padre, las que le condujeron, por los caminos significantes del inconsciente, a leer el saber de lo sexual de la causa del padre, cifrado en síntomas en el cuerpo de la hija. De la mano de sus histéricas, Freud se adentró en el laberinto del inconsciente que rodeaba lo real traumático de lo sexual en los cuerpos, las mentes, los afectos.

Las histéricas dieron a leer a Freud la deslocalización del sujeto, en esa Otra Escena del inconsciente (eine Andere Austplatz) , dibujada enigmáticamente en el cuerpo sufriente : la localización de la reprimida verdad particular , que determina , sin que un sujeto lo sepa, sus acciones o inacciones. Con lo que le enseñaron los neuróticos de inicios del siglo XX, Freud teorizó los avatares de la identidad subjetiva en los vínculos sociales[13]: que una identidad siempre se define en relación con otro, y con el discurso del Otro, con otro que no es el mismo, y que sin el Otro, no hay identidad que dé sentido a la vida de nadie , que cifre el sentido de un deseo en la cadena temporal de una historia.

Freud fue el primero que definió la subjetividad humana como resultado de la retroacción significante de una historia hecha de huellas de experiencias traumáticas vividas con y por los otros. Dió su lugar Andere a la historia inscrita en el saber de un inconsciente, legado de los equívocos del decir de quienes “nos dieron la vida”. Y se dedicó a seguir esas pistas significantes del inconsciente, que las histéricas –sus bocas de oro- desgranaban en su hablar sin saber lo que decían, para tratar de deducir, en qué lugar, en relación con el Otro, se fijaba la irrupción sintomática, de goce sufriente en cada Sujeto. Con el industrioso saber del inconsciente en ejercicio, las histéricas de antaño, gracias a Freud , descendieron de la escena del teatro del cuerpo, cultivada por Charcot en la Salpetriêre – para forjar el saber freudiano.

Con Freud, Lacan elaboró su teoría del sujeto como doblemente causado: por los efectos del lenguaje y por el resto real de esos efectos del lenguaje en el cuerpo, como goce irreducible al lenguaje. Así, pudo concluir que un sujeto es fruto de la transmisión del malentendido, y que ese es el legado de la “farfulla” de nuestros ascendentes que nos da un lugar en ese invento del”humus” humano, para su perennidad de generación en generación, que es el inconsciente.

El sujeto del que se ocupa el psicoanálisis, al que le dieron lugar Freud y Lacan, es esa falta, esa tachadura por el efecto del lenguaje, que la histérica puso al puesto de mando del deseo que la liga al Otro. Es el sujeto que, para fracaso de la histérica, el capitalismo luego va a rentabilizar en la rueda de su maquinaria. Ya que en el discurso del capitalista triunfa un saber que rentabiliza la falta de los sujetos, como falta-en- gozar, como insatisfacción del deseo, para hacer negocio de ella, empujándola a llenarse con los objetos del mercado. Así, el capitalismo le gana la mano a la histérica, excluyendo las cosas del amor y el sexo que son las que a ella le interesa hacer valer. También la Ciencia le ha ganado en su terreno al sujeto histérico, pues ha logrado que no haya más deseo de saber del Amo capitalista que el saber generado por los científicos.

La experiencia de un psicoanálisis le descubre a un sujeto- al que se presenta en su “no sé de lo que me hace padecer”, en su “no puedo con lo que se abate sobre mí” -esa alienación al Otro del lenguaje que le divide en conflicto interior y con el Otro. Le descubre que habita un lugar significante, como sujeto del Otro, y hendido en el Otro, un lugar que ignora localiza la insistencia de su deseo inconsciente , pero que lo deja descolocado , sin saber como satisfacer su deseo y dotarse de un ser en el deseo del Otro. Le permitirá descubrir también, que no todo en él es dependencia del Otro, y que sabe poco de esa “identidad” que es su substancia de hacer pulsional, con la que se separa de lo letal de los imperativos del Otro.

No hay sujeto que pueda inscribir su existencia sino en un lugar dado por lo articulado en una trama de efectos de lenguaje, de palabras de humanos, y ese lugar lo confronta traumáticamente a un cuerpo, como otra cosa que organismo biológico. La Ciencia, que tanto puede, nada sabe de esa frontera que en el surco entre simbólico y real, forja lo erógeno de un cuerpo humano. Es el cuerpo sede de goce, que no conoce ni día ni noche – metáfora de Freud sobre las pulsiones que perturban la homeostasis del goce de la vida de un cuerpo humano - y del misterio del inconsciente del cuerpo hablante. Es el cuerpo humanizado por el latir de un sujeto en él, impulsado a buscar su parte perdida de ser en lo que puede atisbar de goce en los intervalos en los que el Otro se muestra exponente de deseo: mirada, voz, o en los efectos de las demandas del Otro que ha hecho de él su cría,a nutrir , a educar - objeto oral, y objeto anal.

Esa intricada causación de la singularidad de cada humano, hace que nadie pueda vivir la vida de otro y que cada vida tenga la dignidad de una aventura única. Y es lo que nos toca descubrir a los psicoanalistas, en lo que los sujetos nos traen a tratar de esos aciagos modos de goce, displacientes, que son los síntomas de los que piden desembarazarse. Los síntomas que hoy nos presentan nuestros contemporáneos , desde la demanda de su sufriente voz, no suficientemente enmudecida por los psicofármacos, o desde las demandas de sus anonadados padres, impotentes educadores , e interventoras instancias sociales , son cada día más emergencia de cuerpos que gozan enchufados a objetos a-humanos que los aislan de los otros, estallidos de angustia de seres que no saben qué forma pueden tomar en el deseo de los otros, tristezas desvitalizantes de quienes no encuentran en los otros y en el mundo una causa para su deseo , violencias que estallan ahí donde no hay vínculo social que regule entre los cuerpos una relación entre sujetos .

Los psicoanalistas de hoy asistimos a que las neurosis no han desaparecido, como pretenden las clasificaciones psiquiátricas del DSM-IV y los psicólogos cognitivistas que han florecido en el capitalismo neoliberal. Llama la atención la reducción de cualquier sufrir humano subjetivo, en el que cuerpo y espíritu se amalgaman- es lo propio de cualquier síntoma – a “errores cognitivos” en los que el juicio de un sujeto se acomodaría mal de una maquinaria significante que debería estar engrasada sin fisuras. O la reducción de la imposibilidad para los psicóticos de alojarse en algún segmento de vínculo socializante , a una “carencia de habilidades sociales” , que requiere dispositivos “de rehabilitación” .Esos diversos “déficits” que entierran la dimensión sintomática, humana , de las patologías diagnosticadas por los poderes imperantes , se los remite, desde la psiquiatría actual , que ha barrido el saber de la locura de la psiquiatría del siglo pasado, a no más causa que biológica , neurofisiológica , o de impacto agresivo, traumático del entorno exterior en un organismo “vulnerable”.

Pero aparte de las etiquetas que ya han recibido de médicos y psicólogos para nombrar su mal, ¿cómo se presentan los neuróticos de hoy en la demanda que parte de su sufriente voz?. Buscan, en el mercado de las terapias, un saber que dé sentido a sus males y un poder que los disipe, ahí donde los psicofármacos, remedio universal ofrecido por los médicos, y los protocolos terapéuticos cognitivo-conductuales, fracasan. Llegan por contingencia a nuestras consultas de psicoanalistas,- a veces al tiempo que se dirigen a los nuevos gurus de las técnicas del cuerpo de las terapias orientalizantes new age- , aquellos que están agotados del clamor de una verdad que no encuentra destinatario. Algunos, dando vueltas tan desgastantes como inútiles en redondo, en dilemas de lo que tienen y no les satisface –partenaires o realizaciones profesionales – y lo que imaginan desear y no obtienen. Otros, que no se plantean ya nada, y que piden algún interlocutor que dé un poco de ánimo a su desfalleciente deseo. Y cada vez más, aquellos que no solo sufren de no saber lo que quieren y no se satisfacen de lo que obtienen con los otros, sino los que se encuentran desconcertados, perdidos, angustiados y deprimidos al tiempo, por no saber cómo querer algo que haga causa del deseo en sus vidas.

Son sujetos “normales”, es decir cuya vida está pautada por la lógica capitalista que en vaivén alternante, sin conexión interna, subjetiva: son tanto trabajadores que no se cuestionan en qué se desgastan como productores, y como consumidores menos se cuestionan aún de qué gozan en sus gastos de cuerpo. Normales, pues capturados en las normas del liberalismo del mercado que no pone barreras a cualquier modo de explotación productiva o de extraer goce de los cuerpos consumidores. Su “anomalía” ya no está señalada socialmente - y por ende raras veces subjetivamente- como la de un modo de goce, sino que toma voz como desventura de un deseo. Un deseo que ha perdido su vía o nunca la ha encontrado, para abrirse brecha como sujeto en realizaciones efectivas y realidades atractivas.

El espacio deslocalizado del capitalismo, y el tiempo reducido a inmediatez, deslocalizada también de la secuencia de una historia, genera síntomas inéditos No ya los que muestran al sujeto de un inconsciente, localizado en Otra escena, estructurada como un lenguaje, que descoloca las representaciones en las que su Yo se identifica, y toma un sentido de identidad social, en el perímetro de sus movimientos, en lo local de su vida . Los síntomas de los que sufren los sujetos de hoy,- esa es una percepción tanto de psicoanalistas como de sociólogos- , son correlativos a la fractura, a la disolución del vínculo social, que es lo más destructivo del capitalismo, para la vida de los humanos, más allá de su grado de explotación en el trabajo o de incitación al consumo de objetos de la industria.

Sigue siendo vigente lo que afirmaba Freud en El malestar en la cultura: “el sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; por fin, de las relaciones con otros seres humanos . El sufrimiento que emana de esta última fuente quizá nos sea más doloroso que cualquier otro; tendemos a considerarlo como una adición más o menos gratuita, pese a que bien podría ser un destino tan ineludible como el sufrimiento de distinto origen “ [14]

¿Qué devienen el dolor y la angustia por lo que se padece en el cuerpo, y el sufrimiento por lo que falla en las relaciones con otros seres humanos, hoy que estas relaciones son tan inciertas por la disolución de los vínculos sociales y en ausencia de otros nuevos?

El dolor de la pérdida del amor, se tapona en demasía con la rabia que atribuye la causa de la pérdida al otro que no responde al anhelo – violencia, agresividad; la angustia, cuando no la alivian drogas o medicamentos, se deriva en ansiedades corporales que indican cuan poco un sujeto está impulsado a ofrecerla para abrirse al vínculo con sus congéneres en un deseo enmarcado por lo asible del otro.

El Otro, los otros, las formas clínicas de los síntomas neuróticos de hoy, lo forjan como amenaza hostil o como ausencia que ningún objeto del mercado puede llenar. El miedo del otro, por cada vez más desconocido ese otro, y cada vez más alimentado por las ideologías neocon como peligro invisible, coexiste con la añoranza o el anhelo de otro con el que vivir en un deseo y con un goce. En los nuevos síntomas nuestros contemporáneos se muestran más sujetos disociados en conductas de signo opuesto, sin nexo subjetivo, que sujetos divididos en un nexo interior, psíquico, de lucha interna, como era en tiempos de Freud.

Ya no se adquiere un saber de la experiencia, de buscar lo que nos falta para satisfacer el deseo. Ya no rige ese tiempo de la temporalidad retroactiva, en la que una experiencia se hace historia, o saber desde los hallazgos encontrados en el saber de otros. El sujeto no está ya implicado ni movido en los meandros de la búsqueda del saber. Los saberes de hoy, están al alcance, no ya de la mano, sino de la tecla que escribiendo cualquier significante en Google, lo trae de inmediato, en una pluralidad de contenidos. Al igual que “saber del otro” o hacerse “saber al otro”, se reduce a enviarse SMS en económico argot. El time is money se contracta hoy en: cada letra is money .

Los saberes de hoy no dan sentido, sino en una metonímica pluralidad incoherente, dispersa, y desarticulada a la verdad de los sujetos. Los sujetos, en el discurso capitalista están enchufados directamente a un saber, pero desconectados del saber de su historia y de sus próximos humanos, en su espacio local. Tienen acceso directo al saber global, sin lazo de deseo al otro del que saber algo en su entorno de vida. Las redes de Internet conectan cualquier significante con cualquier otro, y eso cierra el espacio para cualquier elaboración personal de quien experimenta lo que no sabe, de sí, de los otros, del mundo. Los sujetos enchufados en sus espíritus a esas redes ilimitadas de saber, manejados en sus cuerpos por ese saber como medios productivos de goce, poco pueden encontrar un intervalo de tiempo y espacio entre el bombardeo de esos saberes , para orientar su mirada a lo incierto , a lo no sabido de su ser.

La experiencia interior de Bataille es un anacronismo del sujeto histérico de otros tiempos. Lacan auguraba que no era seguro que siguieran existiendo las neurosis histéricas, pues la histeria se muestra hoy en la escena social en su imposible vínculo de pareja con el Amo idealizado del que ella no logra valer como causa de su deseo. La histeria hoy, en su vertiente de aspiración al vínculo con el Otro, padece la escasa disposición a cuestionarse de sus partenaires masculinos, demasiado ocupados en sus goces “narcinistas” ypoco en querer saber del ser de ellas. En cuanto a los que siguen siendo neuróticos en la sociedad capitalista, los que funcionan en la estrategia defensiva de la neurosis obsesiva, que hoy se extiende tanto en hombres como en mujeres –desde que las mujeres han accedido al unisex del goce fálico del poder –se lamentan de perder sus armas frente a lo impensado y desasosegante impensable del otro, otro con el que aventurar un deal o partenaire del deseo sexual.

Diversas son las formas sintomáticas que hacen el padecer de los sujetos de hoy, y que ya no pueden ser remitidas a lo que les ha marcado en la transmisión familiar entre generaciones historizables , en la trama de una organización social . La forma de la familia conyugal, hecha por un vínculo heterosexual, entre hombre y mujer, ya no es la única que aloja a los retoños de humano. En esta creciente deslocalización y traslocación de los vínculos simbólicos que alojan la vida que late en el cuerpo de un retoño de humano, ¿no conviene interrogar cómo puede darse una singularidad subjetiva , la humanización de un inconsciente en la carne de nuestra especie , cuando no es ya socialmente localizable ese deseo del Otro que lo nombra como no anónimo?.

Anonimato – no ser nadie- ; soledad – no ser nada con y en el otro; angustia –ser incierto para lo innombrable del deseo del otro – son lo que en nuestras cunas de sujetos modernos han depositado esas siniestras madrinas que el Lacan joven psiquiatra spinozano llamó, en el 38, “la impotencia y la utopía “. Pero, el drama de los sujetos de hoy- es lo que nos revela la clínica psicoanalítica actual- está hecho menos de esas madrinas que de ilocalizables mafiosos padrinos neoliberales. Es la desventura de un deseo que no logra nombrase y condensar el ser pulsional de cada cual, y que no encuentra vía orientada en una sociedad desmontada por la causa del deseo capitalista: la plusvalía, el empuje a recuperarla de aquellos que la pierden por su trabajo. Queda la aventura que Freud descubrió como lo indestructible de un deseo inconsciente, que desliza el ser de cada cual en sus acciones. Aventura maniatada, por la desventura de los síntomas neuróticos que despuntan haciéndose imposibles de soportar, en la vida que impone la sociedad global.

Freud –reconozcamos su legado, que se olvida en las mediáticas celebraciones de su 150 aniversario- descubrió, vía los síntomas neuróticos, la deslocalización del sujeto del inconsciente, que lo localiza ahí donde, en sus quiebras subjetivas , late la verdad de su ser de deseo. Lacan, entrando al quiebro en la teoría freudiana, vió otras suertes e infortunios del sujeto que no se descifran en el saber que da sentido a un sujeto como resultante de una historia, familiar, social. Y dedicó en los años 70 su enseñanza a interrogar las consecuencias para los sujetos de la “sumersión capitalista universal “– son sus términos- de la propuesta de Marx al proletario, de vía lucha de clases, tratar de recuperar la plusvalía que se le arranca en su trabajo. El proletario, como sabemos ya por la historia del siglo XX nada ganó, sino que hoy simplemente ya no está inscrito como clase social y en su desclasamiento en la sociedad global capitalista, sólo se torna clasificable, identificable, según sus modos de intentar proveerse , exitosamente o fallidamente , de un “plus de goce “ [15].

Todos los que apuestan por la aventura de la condición humana, en sus creaciones, - algunas más invisibles y modestas que las creaciones del arte, pero no menos a contracorriente del discurso capitalista y no menos efectivas en su limitada y local incidencia - , no dimiten de las “armas” de la humana condición que se abren paso en lo poco natural del capitalismo. Nos quedan esos recursos que son “las armas de la naturaleza “, la de cada cual : no de la naturaleza ideal de las utopías ecologistas , o de una supuesta naturaleza imaginaria que cultiva la aspiración de la histérica de ser un cuerpo intocado por el lenguaje .

Al sujeto sin Otro del capitalismo, al sujeto sólo aparentemente movido por los objetos productos del sistema, no es tan fácil anestesiarlo con goces o extirparle su humana condición de sujeto deseante en su inconsciente, que escapa a cualquier sistema social, antiguo, moderno o postmoderno. A prueba, los lamentos que no sólo pueblan las consultas de los psicoanalistas, de una desafección entre humanos, violenta o más larvada , pero que en todos ellos añora la brújula de un deseo que oriente los mapas, e inscriba en sus cartografía las letras del amor entre los sexos.

Ningún marcaje simbólico de los espacios errantes de nuestra vida cotidianas, - sea con seductores iconos virtuales, publicitarios, sea con los iconos arquitectónicos que proyectan habitats tan deseables como irreales y poco factibles en nuestros hacinamientos urbanos- ofrece medios para suscitar nuevos modos de vínculo social. Lo peor del escaso lugar que el capitalismo deja a los deseos humanos, lo vemos en los descampados que bordean nuestras concentraciones urbanas o en los espacios, despoblados del vínculo social que los creó en épocas pasadas, y que no interesan sino a la rentabilización de los núcleos “históricos” , degradados, de las ciudades . Esos neo-tótems de millonarias obras públicas que nada organizan de la vida social, sólo agregan errancias subjetivas e inversiones de consumo social.

¿Cuánta gente no está reducida y resignada a ser errática masa- contable sólo para el sistema en estadísticas - sin tiempo ni espacio para ser otra cosa que instrumentos del capital, en una “sociedad de figurantes”?. Dan cuerpo y figura, a la alienación social y cultural, al tiempo que sienten cómo están confinados al reducido espacio de ser asociales islotes en lo deslocalizado de cada cual. Privados de la mínima secuencia temporal, en la que pueda emerger la pregunta de qué ser y qué hacer con esos otros, - de los que hoy, más que nunca, se siente separados, cuando no abrumados por su invasión- , miran sin ver nada, en la proliferación de iconos de la cultura, pues nada significan de sus vidas esos productos de la maquinaria cultural capitalista.

Pero cómo bien escribió el gran poeta del siglo XX, T.S. Eliot, quedan esos instantes de luz en los que los sujetos vibran como seres inasimilables a la “human engine”. Es la “violet hour”, la que surge cuando “the eyes and back turn upward from the desk, when the human engine waits”. Que a la salida de las fábricas, hace crepitar una música que arde sobre las aguas del río de humanas indiferencias, de los que sólo podrían enunciar:

“I can connect

Nothing with nothing .

The broken fingernails of dirty hands.

My people humble people who expect

Nothing”[16]


[1] En el frontón de Yad Vashem , memorial en Jerusalén de los seis millones de judíos exterminados por los nazis.

[2] Exergo con el que Toni Morrison introduce la única tragedia moderna escrita sobre los sesenta millones de esclavos africanos vendidos en América , Beloved , Penguin, N.Y. 1988.

[3] Escrito en la entrada del memorial de los Niños de Yad Vashem , ver ilustración adjunta

[4] Ver ilustración adjunta , en la que se puede leer : “The result of this completely new business model is the creation of U.S. engineering jobs and lower blended costs for U.S. clients. With Hybrid-SourcingTM SeaCode brings already offshored jobs back to the U.S. and ensures that 90 cents of every dollar from our clients stays in the U.S. instead of flowing to foreign locations.

[5] Una serie de la ABC TV Network de finales de los 80 , que mostraba cómo “whose passengers and crew had romantic and funny adventures every week”

[6] El rostro de la esclavitud. El País Semanal, domingo 24/09/2006, p. 50.

[7] J.BERGER, Diez notas sobre el ‘lugar’. El País, Babelia, 16 de julio de 2005

[8] M. PASCUAL, En qué mundo vivimos. Conversaciones con Miguel Castells. Alianza Editorial, Madrid, 2006, p.131-133.

[9] Que no es el tiempo calculado de cuadrantes solares, sino el Reloj que vemos en la genial película Metrópolis, de Fritz Lang, que sólo marca 10 horas y no 12. Las dos horas sustraídas al tiempo del día, pueden leerse como metáfora de la plusvalía sustraída a los humanos , en el 1 y el 0 de la maquinaria significante del lenguaje que opera mecánicamente en la sociedad moderna de la Revolución Industrial.

[10] ID. Ibid. p. 141-143

[11] J. LACAN, Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache, in Escritos II, Ed. Siglo XXI, 1989, p. 663.

[12] J. LACAN . El Seminario, Libro XVII, El reverso del psicoanálisis, Paidós Ibérica, 1992, p. 172-175.

[13] Especialmente en Psicología de las masas y análisis del Yo

[14] S. FREUD , El malestar en la cultura , Biblioteca Nueva,Madrid,1974, Tomo VIII, p. 3025.

[15] Término de Lacan , con el que traduce la plusvalía , como causa del deseo capitalista, la Mehrwert , como Mehrlust , “plus de goce “ , imposible de poseer que causa en la prevalencia de ese goce dictado por el sistema capitalista , que ya no está situado por el Otro, como lugar , y su efecto subjetivo de insatisfacción de “sed de la falta –en- gozar”

[16] T.S. ELIOT , Collected Poems , Faber and Faber , London, 1974, p. 71-74.

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